Retrato íntimo del hombre al que señaló José Luis Gioja para sucederlo. La emocionante historia de los Uñac con los Gioja. Y las derivaciones políticas surtidas: la más trascendente, la transición de un estilo al otro. Por Sebastián Saharrea.
En seguida nomás de la decisión política más importante de su vida,
la de retirarse de una nueva reelección, José Luis Gioja debió tomar la
que le sigue en grado de dificultad: a quién apoyará para sucederlo.
Decidió por lo que era obvio, aunque en el fárrago político lo más
aconsejable suele ir al fondo de la fila: Sergio Uñac es la opción más
potente, de rendimiento electoral más importante, aunque siempre las
garantías en este casillero marchan presas.
Encima, del riñón más puro. Por historia y por presente. Los largos
años de vinculación política entre los Uñac y José Luis Gioja no
parecieron haber transcurrido de gusto, y esa estela indeleble es la que
se manifestó en el pase de la posta. Las pasaron malas y surtidas
juntos, ocasiones bien presentes detrás de las sonrisas que dejan los
éxitos. Lo peor fue el trance de la muerte del padre de Sergio, el
también ex intendente Joaquín Uñac, honrado luego con una de las calles
más emblemáticas del departamento: la que hay que tomar para llegar a la
villa.
Coco le llamaban, un comerciante y empleado bancario que había sido
impulsado a la arena política por un joven diputado nacional hace 20
años, el propio José Luis Gioja. Ganaron en 1995 y fue reelecto en 1999
por el canto de una uña, pero a Coco le detectaron una cruel enfermedad
que terminó con su vida en enero de 2003, a pocos meses de terminar su
mandato.
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